lunes, 2 de noviembre de 2015

Mito de las sirenas.

En la Odisea (XII, 39) Ulises preparó a su tripulación para evitar la música de las sirenas tapándoles los oídos con cera.  Deseoso de escucharlas él mismo, se hizo atar a un mástil para no poder arrojarse a las aguas al oír su música.

miércoles, 28 de octubre de 2015

¿Qué es el tiempo?

Sinceramente creo que el tiempo no es algo tan sencillo como una cuestión de ser o no ser, a pesar de tener el inmenso poder de hacernos desaparecer de un instante a otro; o por el contrario, el poder de que lleguemos a ser algo más que un vacío. El tiempo es? O simplemente se trata de aquello que nos consume y destroza, hasta el punto de arrebatarnos nuestra última gota de vida? Es cierto que el tiempo fluye, vuela, pasa por delante de nuestros ojos en un intento cruel y despiadado de obligarnos a presenciar nuestro propio desgaste. Y quizá nuestra vida tan sólo se trate de una especie de corredor de la muerte, en el cual esperamos aterrorizados, ansiosos, esclavos del paso del tiempo y de la incertidumbre de nuestro propio final.  Un final que puede encontrarse a la vuelta de la esquina, dentro de 5 min, o al cabo de 50 años. No importa. Todos acabaremos convertidos en cenizas, en polvo, en olvido. Y, es cierto, por muy duro que suene, todo es cuestión de tiempo.
No seremos eternos, la eternidad tan sólo es algo que hemos fingido creernos para no sentirnos tan frágiles. Pero, ¿por qué temer a la muerte y no a la vida? Nuestra tendencia humana de temer a lo desconocido, quizá nos haya jugado una mala pasada. Tal vez, y sólo tal vez, creamos conocer más de la vida de lo que conocemos de la muerte. Pero.. ¿Cómo vamos a conocer la vida si apenas nos conocemos en profundidad a nosotros mismos? ¿quién nos asegura que la realidad es aquello a lo que nosotros llamamos realidad? ¿Y que no se trata tan sólo de un espejismo o de una ilusión formada por todo aquello en lo que creemos?
  Tal vez a lo que llamamos vida, se trate tan sólo de un período de tiempo que utilizamos para asumir que nos estamos muriendo. Un período de tiempo en el cual sentimos, experimentamos, crecemos, cambiamos, maduramos..
Somos el reflejo de lo que cada instante ha provocado en nosotros. Somos nuestros traumas, y esos momentos impactantes grabados en nuestras retinas. Somos esos 3 maravillosos minutos escuchando nuestra canción favorita. Somos las cicatrices que nos ha dejado el pasado, y aquella mancha de carmín perdida en la piel de algún imbécil. Somos, inevitablemente, resultado del tiempo que hemos invertido en este mundo, en esta vida, y en cada uno de nuestros respectivos cuerpos. El tiempo  transcurre, sin parar, poderoso,  recordándonos que la vida se nos escapa entre los dedos, y que un segundo puede ser suficiente para hacernos desaparecer. Para siempre. Sin billete de vuelta posible.  Haciendo que nos planteemos si algo en este mundo tiene algún sentido, (o si el sentido hemos de dárselo nosotros); si estamos viviendo intensamente, o si por lo contrario tan sólo respiramos; y, si de verdad estamos apreciando el valor de cada instante, o en cambio estamos sentados viendo como el tiempo pasa de largo. Y con él, la vida. 
Por lo tanto, sería una locura afirmar que el tiempo puede tratarse de una sola respuesta, cuando es el centro de la mayor parte de nuestras dudas, preguntas, y miedos.